Miyaki apoyó su sangrante mano contra el cerezo del jardín. Las hojas
blancas del árbol caían débilmente sobre la espalda del samurai tornándose
rojas al contacto con las heridas de su espalda.
Sin soltar la mano del tronco del árbol apoyó la mano que le quedaba libre
sobre la sangrante herida del pecho y dirigió su mirada hacia las estrellas.
En unos minutos todo habría acabado.
Apoyó su espalda contra el tronco del cerezo y espero. Su inerte cuerpo se
fue resbalando hacia el suelo. Miró hacia su cadera y observó como la daga
clavada en su abdomen hacía emanar de éste la poca sangre que aún le
quedaba.
Mirando hacia el cielo vio como las estrellas se iban apagando en el
firmamento y pensó desesperado que él sería la ultima estrella en apagarse
aquella noche.
FIN


1 comentario:
Y yo que pensaba que sólo escribías poesía!! Bienvenido al mundo bloguero ;)
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