Siguiendo la estela de la entrada anterior. Os dejo otra perlita escrita con quince años. La capacidad de asombrarme a mi mismo es inconmensurable.
"Corta autobiografía de una parte de la vida de un hombre que en un momento quiso llegar a ser algo más que los demás, pero que al igual que todas las personas que alguna vez lo intentaron, fracasó.
"Corta autobiografía de una parte de la vida de un hombre que en un momento quiso llegar a ser algo más que los demás, pero que al igual que todas las personas que alguna vez lo intentaron, fracasó.
Como
bien indica el escueto título de esta pequeña obra, la historia que
se cuenta a continuación es otra más a cerca de como la sociedad,
por medio de unos seres señalados a dedo, destruye todos los sueños
que el hombre pueda llegar a tener, convirtiéndolos en la triste
realidad de hoy en día, en donde todo está regido por las mismas
normas. La principal de ellas, la que yo llamaré la ley del enchufe,
muy bien definida en este relato.
Dado
este avance a modo de introducción puede ya comenzar a leer lo que
para mi fue una terrible equivocación, de la que solo me consuela
saber que ya la han cometido otros antes que yo, y que por desgracia
la seguirán cometiendo después de mi otras muchas personas. Porque
sólo pasando por esta experiencia se puede comprender lo que aquí se
narra.
Comienzo.
“Una escalera de bomberos mide diez metros de longitud. Se ha fijado en un punto de la calzada. Si se apoya sobre una de las fachadas de la calzada, forma un ángulo de 45º, y si se apoya sobre la otra fachada de la calzada forma un ángulo de 30º. Halla la anchura de la calle y la altura que alcanza la escalera sobre cada fachada”.
“Una escalera de bomberos mide diez metros de longitud. Se ha fijado en un punto de la calzada. Si se apoya sobre una de las fachadas de la calzada, forma un ángulo de 45º, y si se apoya sobre la otra fachada de la calzada forma un ángulo de 30º. Halla la anchura de la calle y la altura que alcanza la escalera sobre cada fachada”.
Eso
era todo lo que se podía leer en la libreta de matemáticas de un
simple mortal de 15 años, el cual no tenía ni idea de como poder
continuar y resolver tan enorme proeza de aquella escalera de
bomberos.
En
el instante en el que se iba a poner una cuerda como corbata y
tirarse desde la ventana de su habitación, el cual estaba situado en
una tercera planta, sonó el timbre del teléfono, en ese momento, su
sonido fue tan dulce como el néctar de las abejas, tan sabroso su
penetrante ruido que te entra hasta el fondo del tímpano como los
chanquetes malagueños, claro que, dada la situación: un indefenso
niño y un peligroso problema de matemáticas dentro de un cuaderno
de las mismas, todo lo que intervenga para romper esa maldita
relación es agradablemente recibida.
Se
levantó corriendo, impetuosamente, esquivando con brío todo tipo de
obstáculos. Pasó por encima de algunos sofás, por encima también
de alguna que otra lámpara, en fin, por encima de los típicos
muebles que se suelen encontrar en una casa típica de una familia
acomodada. Llegó hasta el teléfono y su sorpresa fue inmensa al
descubrir quien era la persona que estaba al otro lado de la línea
telefónica.
Sus
piernas temblaban, sus manos sudaban y su cuerpo en general se sintió
en un tremendo malestar al ir analizando y comprendiendo lo que
aquella persona le contaba. Su mente se puso en funcionamiento y
comenzó a emitir imágenes angustiantes, imágenes llenas de pánico
y terror. De repente se sintió mejor y empezó a gustarle la idea,
aquella idea que le habían sugerido.
El
que le había llamado era simplemente un amigo y la idea no era otra
que la de ir a un caserón abandonado sobre el cual existían algunas
leyendas. Se decía de él que era la base e inspiración de un
pintor de cuadros de terror.
Se
vistió inmediatamente y se dirigió hacia la casa de su amigo.
Cogieron las bicis y fueron camino del caserón. Dejaron las bicis en
un rellano que había un poco apartado del caserón, pero lo
suficientemente cubierto de matorrales para que no avistaran su único
medio de transporte a parte de sus lindos pinrrelillos.
Se
adentraron por el interior interno de los adentros de la casa, no se
veía nada ni a nadie, todo era oscuridad, tan solo las miles de
bombillas que iluminaban la casa estaban encendidas; de repente, una
cegadora oscuridad invadió toda la casa, las puertas y ventanas se
cerraron de tal forma que se podía entrar, pero no salir.
¡¡¡¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!!!!!
El
despertador sonaba horrorosamente mal, su madre aporreaba la puerta
de su dormitorio, las ocho, el colegio le esperaba, pero el cuaderno
de mates en casa se quedaba. Otro día más, otro igual a los demás,
otro sin motivo de alegría más que el saber que dentro de nueve
horas termina y vuelve a su hogar nuevamente.
Relato
escrito por David Alcaraz Gonzalez en horas escolares, mientras el
profesor explica, algún que otro alumno atiende, los demás que no
han venido y uno que es nuestro protagonista que se aburre
intrínsecamente...
Con
ánimo de comprensión de los que se encuentran en la misma
situación, escribe esto para intentar que paséis un buen rato
simplemente. Si conseguís entender esta pobre historia, por favor,
ayudad a comprendedla al autor también, os estará agradecido.
Sin
más tonterías que contar se despide este leal seguidor hasta la
próxima vez que se aburra en clase, que será pronto, y escriba otro
cuentecillo.
Gracias
por molestarte y perder tu tiempo leyendo esto. Hasta la próxima."
FIN
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