viernes, 30 de marzo de 2012

RELATO SIN TÍTULO

Siguiendo la estela de la entrada anterior. Os dejo otra perlita escrita con quince años. La capacidad de asombrarme a mi mismo es inconmensurable.

"Corta autobiografía de una parte de la vida de un hombre que en un momento quiso llegar a ser algo más que los demás, pero que al igual que todas las personas que alguna vez lo intentaron, fracasó.

Como bien indica el escueto título de esta pequeña obra, la historia que se cuenta a continuación es otra más a cerca de como la sociedad, por medio de unos seres señalados a dedo, destruye todos los sueños que el hombre pueda llegar a tener, convirtiéndolos en la triste realidad de hoy en día, en donde todo está regido por las mismas normas. La principal de ellas, la que yo llamaré la ley del enchufe, muy bien definida en este relato.

Dado este avance a modo de introducción puede ya comenzar a leer lo que para mi fue una terrible equivocación, de la que solo me consuela saber que ya la han cometido otros antes que yo, y que por desgracia la seguirán cometiendo después de mi otras muchas personas. Porque sólo pasando por esta experiencia se puede comprender lo que aquí se narra.

Comienzo.

Una escalera de bomberos mide diez metros de longitud. Se ha fijado en un punto de la calzada. Si se apoya sobre una de las fachadas de la calzada, forma un ángulo de 45º, y si se apoya sobre la otra fachada de la calzada forma un ángulo de 30º. Halla la anchura de la calle y la altura que alcanza la escalera sobre cada fachada”.

Eso era todo lo que se podía leer en la libreta de matemáticas de un simple mortal de 15 años, el cual no tenía ni idea de como poder continuar y resolver tan enorme proeza de aquella escalera de bomberos.
En el instante en el que se iba a poner una cuerda como corbata y tirarse desde la ventana de su habitación, el cual estaba situado en una tercera planta, sonó el timbre del teléfono, en ese momento, su sonido fue tan dulce como el néctar de las abejas, tan sabroso su penetrante ruido que te entra hasta el fondo del tímpano como los chanquetes malagueños, claro que, dada la situación: un indefenso niño y un peligroso problema de matemáticas dentro de un cuaderno de las mismas, todo lo que intervenga para romper esa maldita relación es agradablemente recibida.

Se levantó corriendo, impetuosamente, esquivando con brío todo tipo de obstáculos. Pasó por encima de algunos sofás, por encima también de alguna que otra lámpara, en fin, por encima de los típicos muebles que se suelen encontrar en una casa típica de una familia acomodada. Llegó hasta el teléfono y su sorpresa fue inmensa al descubrir quien era la persona que estaba al otro lado de la línea telefónica.

Sus piernas temblaban, sus manos sudaban y su cuerpo en general se sintió en un tremendo malestar al ir analizando y comprendiendo lo que aquella persona le contaba. Su mente se puso en funcionamiento y comenzó a emitir imágenes angustiantes, imágenes llenas de pánico y terror. De repente se sintió mejor y empezó a gustarle la idea, aquella idea que le habían sugerido.

El que le había llamado era simplemente un amigo y la idea no era otra que la de ir a un caserón abandonado sobre el cual existían algunas leyendas. Se decía de él que era la base e inspiración de un pintor de cuadros de terror.

Se vistió inmediatamente y se dirigió hacia la casa de su amigo. Cogieron las bicis y fueron camino del caserón. Dejaron las bicis en un rellano que había un poco apartado del caserón, pero lo suficientemente cubierto de matorrales para que no avistaran su único medio de transporte a parte de sus lindos pinrrelillos.

Se adentraron por el interior interno de los adentros de la casa, no se veía nada ni a nadie, todo era oscuridad, tan solo las miles de bombillas que iluminaban la casa estaban encendidas; de repente, una cegadora oscuridad invadió toda la casa, las puertas y ventanas se cerraron de tal forma que se podía entrar, pero no salir.

¡¡¡¡¡¡Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing!!!!!!

El despertador sonaba horrorosamente mal, su madre aporreaba la puerta de su dormitorio, las ocho, el colegio le esperaba, pero el cuaderno de mates en casa se quedaba. Otro día más, otro igual a los demás, otro sin motivo de alegría más que el saber que dentro de nueve horas termina y vuelve a su hogar nuevamente.


Relato escrito por David Alcaraz Gonzalez en horas escolares, mientras el profesor explica, algún que otro alumno atiende, los demás que no han venido y uno que es nuestro protagonista que se aburre intrínsecamente...

Con ánimo de comprensión de los que se encuentran en la misma situación, escribe esto para intentar que paséis un buen rato simplemente. Si conseguís entender esta pobre historia, por favor, ayudad a comprendedla al autor también, os estará agradecido.
Sin más tonterías que contar se despide este leal seguidor hasta la próxima vez que se aburra en clase, que será pronto, y escriba otro cuentecillo.

Gracias por molestarte y perder tu tiempo leyendo esto. Hasta la próxima."

FIN

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